Hasta el reencuentro

Hasta el reencuentro*

 Phil Collins sonaba. Sonaba como si fuese la última canción de él que iba a escuchar. 


Eran eso de las 6:30 am. La hora a la que te levantabas para ir a trabajar. "Dale hijo, levantate" me dijiste. Yo, como siempre, me quedé un ratito más. Mi viejo es medio estricto, así que cuando yo me quedo un ratito más, viene y algún reto me como seguro. Siempre me dice "Levantate porque después cuando te tengas que levantar vos solo, te vas a querer matar".

"Levantate porque después cuando te tengas que levantar vos solo, te vas a querer matar". Hay algo de eso que quedó. Suena una alarma y me despierto; sin vacilar, salgo de la cama para prepararme y comenzar el día. Sea la hora que sea, me despierto y me preparo.

Un domingo, como solía ocurrir, comíamos con los vecinos. Los vecinos no eran solo vecinos. Uno de los hijos es mi amigo, o mejor dicho, mi hermano. El papá de él era intimo amigo de mi papá. Toda una vida juntos. Desde el sur del conurbano hasta Tierra Del Fuego. Hay que imaginarse coincidir así. 

Como decía, algunos domingos comíamos juntos. El papá de mi amigo cocinaba alitas de pollo a la parrilla. Que cosa rica, por favor. Si ese chulengo hablara... cuantas historias tendría para contar. Charlábamos y reíamos; la pasábamos bien.


Faltaban dos días para el cumple de mi amigo, el vecino. Suena el teléfono. Yo estaba solo con mi hermano. Esa vez llegué a atender yo. Al otro lado de la línea se escucho la voz de mi vieja. Mi viejo se había ido. Había estado luchando en Buenos Aires. Me reposé sobre la silla y unas lagrimas se dibujaron en mi rostro. Los días que le seguirían no habrían sido nada fáciles. 

Viajé hasta allá. Fuimos con mi hermano. Las palabras escaseaban. Lo despedimos como se debía y como pudimos volvimos. Estuvo difícil. Los relojes parecían haber olvidado su tic tac.


Casi un año ya ha pasado, y tus recuerdos quedan en nosotros. Los vecinos están pasando un momento difícil. Así como el nuestro. Hoy tu compañero de vida te ha ido a visitar. Cuatro alas te ven esbozadas entre las nubes. Vuelan por sobre nosotros; ahora, se volvieron a encontrar. 

Y así, como escuchamos en el carro fúnebre, Phil Collins sonaba. Sonaba como si fuese la última canción de él que iba a escuchar. Y así, como sucedió, mi alma pareció partirse en dos.


Me consuela que Phil Collins también suene allá. Me consuela que suene a la par del ruido del chulengo; a la par de ese hermoso chulengo que dora unas nuevas alitas de pollo. Y que hoy, charlen, rían y la pasen bien.


Hoy escucho la alarma y pienso en tu "Dale hijo, levantate". Hoy, te doy las gracias, y te digo "Hasta el reencuentro, pa".

*[Historia externa al escritor]


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