El espejo de atrás

 Escribir un cuento, que incluya: 1 objeto con un jeroglífico, 1 perro negro, 1 objeto filoso, 1 enano, 1 reloj antiguo, 1 espejo roto y que el Narrador o Narradora sea interno, en 1° persona 

El espejo de atrás

El barrio en el que vivo siempre fue un barrio muy tranquilo. Pocas cosas interesantes suelen pasar dentro de él. Quizás lo más escandaloso que puede pasar es que alguna vieja se pelee con algún vecino que ande con el perro suelto. El otro día pasó, y me tocó verlo de cerca.

Bobi, un vecino de a la vuelta de casa, un tipo de unos 38 años, pelado, de metro 60 aproximadamente, macanudo, sacó a pasear a su perro, Thor, un pitbull negro de 9 años. Todo el quilombo empezó cuando otra vecina, Norma, una vieja que no se lleva bien ni con ella misma y vive buscando el más mínimo detalle para empezar alguna pelea, se cruza con Bobi. Bobi como todos los domingos estaba llevando a Thor al parque, casi siempre van y se quedan unas dos horas, según lo que me cuenta. Bobi es un tipo responsable, si bien su pitbull negro es tan manso como un koala, sabe que es un perro grande, por lo que nunca lo suelta en la calle; lo hace únicamente en el parque, en la zona para perros. Pero Norma ese día estaba cruzada. Tenía todas las ganas de pelear y Bobi fue un blanco fácil para Norma. Thor iba de camino al parque con su dueño con una correa extensible especial para perros de tamaño grande. Esa cosa debe aguantar fácilmente 200kg de fuerza, por lo que es difícil que Thor se suelte. Pero bueno, Norma no sabía ni le importaba, para ella esa correa era un peligro, pero más importante; le daba pie para pelearse con alguien.

Grito que va, grito que viene; insulto que va, insulto que viene y Norma se pone un poco más violenta de lo que suele ponerse. En un despiste, un pedazo de baldosa, que cabe decir, bastante filosa, vuela por los aires. Por suerte, su trayectoria no fue precisa en pegarle a Bobi y terminó cayendo unos metros antes. Esto pasó hace unas dos semanas, pero bueno, ya entre los vecinos sabemos que Norma está perdiendo la cabeza día a día.

Por fuera de este hecho, que rara vez se repite, como decía, el barrio es muy tranquilo en su esencia. O por lo menos lo era, o por lo menos para mí. Hace unos 3 días, un vecino nuevo se incorporó al barrio. El chabón se mudó al final de la calle, a una casa bastante grande que estaba en venta ya hace un par de meses. De él no puedo decir mucho; apenas lo tengo de vista y de intercambiar un par de palabras. El otro día me lo crucé y nos presentamos. Me comentó que la casa estaba llena de porquerías y cosas rotas y me pidió una mano para sacarlas. Entre ellas, había un espejo roto, que me llamo mucho la atención. Era un espejo muy grande con un marco de bronce. El vidrio tampoco estaba muy roto, estaba dividido en 6 partes y como a mí me gustan las cosas viejas, le pregunté si le molestaba que me lo llevé. Claro que dijo que no, que con gusto me lo daba, si total, él lo iba a tirar.

Bastante contento, una vez que terminamos de sacar el resto de las cosas, me llevé el espejo a casa. En realidad, mi intención era sacar el vidrio y cambiarlo por uno nuevo, usando el hermoso marco. Pero cuando fui a sacar el primer pedazo de espejo, noté algo bastante raro en la parte interior del marco. Había unas escrituras que dejé descubiertas cuando saqué el primer pedazo. Eran unos jeroglíficos, a mi parecer una especie de runa. Me pareció un poco raro que en un marco de este tipo haya unas runas… algo no estaba bien. Y bueno, como soy un poco curioso empecé a sacar los pedazos de vidrio restantes con bastantes ansias. Me apuré un poco demás y… ¡Zzaakk! Cuando mire hacia mi mano, mi palma estaba bañada en sangre con un tajo que recorría perfectamente la línea de la vida. Antes que se me baje la presión, me fui corriendo hasta el baño a lavarme la mano y curarme el corte.

En lo que buscaba el botiquín, escuché un ruido bastante anormal dentro de casa. Fue un ruido como de baldosa cayendo. Algo raro en casa, porque si tuviese cerámicos en las paredes sería un ruido que se podría escuchar… pero mis paredes no las tienen. Después de desinfectarla, terminé de vendarme la mano, y me fui hacia el living, de donde se había escuchado el ruido, y justo, donde había dejado el espejo. Reviso por todos lados y no había nada raro, ninguna baldosa por ningún lugar ni nada fuera de lugar. No le di mayor importancia y seguí con lo mío; sacar el espejo roto del marco. Ahí fue que me encontré con algo que me dejó helado. El pedazo de vidrio con el que me había cortado, tenía exactamente la misma forma que la baldosa que Norma le había tirado a Bobi. Y no solo eso, sino que, por la parte de atrás del vidrio, sobre la parte que no refleja, la textura era la misma. Era imposible, si la baldosa se había roto cuando cayó y, además no tenía sentido que una baldosa refleje como un espejo. Impactado, me fijé en los otros pedazos que todavía estaban encastrados en el marco de cobre. Lo mismo. Pero lo peor fue cuando volví a fijarme en las runas. Estaban rojas, rojas de mi sangre.

Me senté ahí nomás en el piso, ya no sabía que pensar. ¿Me estaba volviendo loco? ¿Qué tenía ese espejo? Pero ahí cuando ya pensaba que no se podía poner peor, miré hacia el espejo. Claro que algo andaba mal. El espejo no me espejaba a mí ni a mi casa. Se veía un pasillo largo, muy largo, y al fondo un reloj de pie de esos de péndulo, de algarrobo, aunque igual podría ser cualquier madera porque estaba llenísimo de polvo. Ya nada más me podía sorprender.

Perplejo, me acerque al espejo para ver qué onda. Lo toqué y no lo sentía, mi mano lo traspasó directamente. Ya al borde de la locura, me paré y tomé un poco de aire. Ya estaba jugado, ya me había cortado y era mi sangre la que estaba en el espejo. Así que, si había algo relacionado con la magia, ya estaba atado.

Junté valor y de a poco fui tanteando el espejo para ver si lo podía traspasar completamente. Podía, así que me metí. El pasillo tenia aspecto de viejo, las paredes estaban empapeladas, y el empapelado estaba rasgado por todos lados. El reloj me miraba de reojo mientras avanzaba. Ese reloj me daba una sensación pesada, sentía que su tic tac era cada vez más lento por cada paso que daba. El tiempo se sentía espeso. El aire parecía faltar. Como pude, seguí hasta llegar a él, y su tic tac se detuvo. A ambos lados habían otros dos pasillos, largos y con el mismo empapelado en las paredes. Hacia la izquierda, otro reloj, esta vez un cucú se observaba a lo lejos, como riéndose de mí. En el momento en el que lo vi, me di cuenta que tenía que salir de ahí. Desesperado, traté de volver por el mismo pasillo por el que vine, pero no recordaba que el fondo del espejo era baldosa. Ya no tenía salida, de mi lado era… baldosa, una superficie incorruptible de baldosa.

Ya estaba perdido, sentí que me desplomaba. Un golpe de realidad me dejo en la lona. Estaba atrapado. Por más que intentase romper esas baldosas, no se iban a romper.  No me quedaba otra que seguir alguno de los dos pasillos y ver a donde iban. Volví a juntar valor, y sin mucho pensar me fui de nuevo hasta ese maldito reloj. Ahora un rayado vinilo se escuchaba de fondo.

El reloj que tenía en frente me daba mala espina, y el que estaba al final del pasillo de la izquierda era aún peor, así que esa no era una opción demasiado atractiva. Miré hacia la derecha. Una puerta me miraba fijo, una puerta igual a la de mi casa. Ya no sabía que esperar encontrar detrás de esa puerta, pero bueno, antes que volver a estar enfrente de otro reloj que en cualquier momento suelta su canto mecánico, y a saber qué pasa, prefería jugármela por la puerta. Desconfiado, sabiendo que podía pasar cualquier cosa, me fui acercando de a pasos lentos y cortos. Otra vez, el tiempo parecía pasar demasiado lento y mis zapatillas parecían ir quedándose pegadas cada vez más al piso en cada paso que daba.

 Habré tardado unos 15 minutos en llegar hasta la puerta. Este pasillo era un poco más largo que el primero. Cuando estuve frente a la puerta, me quedé. No sabía si abrirla o no. ¿Y si acá terminaba todo? No sabía con lo que me estaba enfrentando, ni que poder tenía. Pero me acordé de lo que pensé cuando me metí en el espejo: “Ya estoy jugado”. La abrí fuertemente, con convicción. Increíblemente, esa puerta daba hacia afuera de mi casa. La abrí y vi mi patio del frente. Mi enano de jardín estaba ahí, la reja estaba entreabierta y el pasto bastante largo, algo poco habitual. Parecía haber pasado un buen tiempo ahí dentro.

No podía creerlo. ¡Libertad! Ansioso, fui hasta la calle para ver si no había ningún otro reloj o cosa rara. Por suerte no había nada fuera de lo normal. Me lo crucé a Bobi y le pregunté por el vecino del final de la calle, el nuevo. Pero Bobi me dijo que todavía no se había mudado nadie. Raro. Me quede ahí, pensando en que había pasado. Estaba perplejo nuevamente. Esto no podía estar pasando. Como no quería quedar raro, le dije a Bobi que me había equivocado, que por ahí lo había soñado. Se fue con Thor hacia el parque, era domingo. Lleno de preguntas, me quede ensordecido, inmerso en mis pensamientos hasta que… ¡Plak! Norma le tiró una baldosa a Bobi.

Sabía que tenía que ver esa baldosa, había algo en ella. Dejé que pasen unos 30 minutos para que se calme un poco el ambiente y cada uno se vaya. Mientras me quedé en la reposera del patio de atrás, adentro de la casa no me sentía seguro y no sabía que había.  Una vez el barrio quedó calmo como lo suele ser, me acerqué a la baldosa y la di vuelta. Del otro lado, espejaba. Y no me espejaba a mí… Esos relojes estaban sonando.

 

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