Ensayo

 

Secuencia vital

 

Una copa de vino o una lata de cerveza acompañando una noche fría de invierno, y unas canciones lentas para no dejar al alma callar. Una escena que deja que los dibujos del espíritu se vean pintados hasta en las paredes más simples como las de mi casa, blancas y lisas. Aunque no suele suceder muy seguido, tal vez sea en alguna de estas situaciones, donde me encuentro acompañado de mi ser, donde encuentro una especie de musa que sirve a mi prosa, aquella que a veces es bella, pero, a veces roza. Quizás sea este el contexto más adecuado para dejar a mi expresividad abalanzarse ante la racionalidad más lógica que domina nuestras épocas. Poco se valora a aquel que expresa y demuestra lo más humano.

Me arriesgo a confesarles, que, en realidad, la poesía es aquella que más se ha ganado mi corazón, pero para eso tendremos tiempo en algún otro momento. Hoy, aquella musa me ha encaminado hasta aquí, yo hablándoles a ustedes. Hoy, esta musa se ha encontrado con los recuerdos emancipados de unas fotos que encontré en mi computadora. Unas fotos de las cuales no era consciente de su mera existencia. Unas fotos que me remontaron a mi infancia, a esa etapa de la que estoy seguro que todos recordamos en una especie de momentos esporádicos carentes de linealidad cronológica. Pues, es difícil recordar nuestros primeros años de vida; la esencia de la niñez se encuentra en los primeros descubrimientos del mundo que habitamos.  A no ser de haber tenido unos primeros años encontrados con hechos sofocantes o traumáticos, pocas vivencias quedan en la memoria a la que podemos acceder de primera mano; todo lo que descubrimos, ahora es lo normal. Es por esto que quizás las fotografías nos ayuden a reencontrar a aquel niño que algún día fuimos.

En aquellas fotografías me encontré de frente con mi pequeño yo, con el amor de mi madre, y con la compañía de mis 3 hermanos y mi padre. Fotos de mi cumpleaños número 7, noviembre del 2007.  Quizás, uno con 6 o 7 años no sea capaz de entender mucho, ni de entender cómo se comporta; pero una vez ya crecido, con cierta amplitud de visión, se puede dar mejor ese entendimiento.

La imagen que vi reflejada en esas fotos, fue la de un niño tímido, introvertido, bien acompañado, y contento de haber festejado mi cumpleaños en un salón de fiestas con mis compañeros del colegio primario. En la colección de fotos también había algunas en mi casa, antes de ir a mi cumpleaños. El barrio era completamente otro. En Rio Grande el ambiente era otro, quizás se asemeje más al ambiente que se sentía cuando eran pocos en la ciudad y la inmigración en búsqueda de oportunidades laborales estaba comenzando, según lo que he escuchado de profesionales que inmigraron hace ya 30 años o así. Casas que hoy cuando regreso, veo como si siempre hubiesen estado ahí, en esas fotos no estaban o estaban en construcción. Había mucho descampado y algunas calles seguían siendo de tierra. Parece surrealista que, según mi manera de ver, el barrio siempre fue como lo es ahora.

Desde 2014 que soy tío, de ahí que mis amigos me apoden “Tío”, aunque algunas personas se confundan y piensen que soy de origen español. Con 14 años, por lo menos en mi caso, era difícil dimensionar la proximidad que se tenía con la niñez, cuando yo mismo apenas había salido de ella. Fue una noticia que me tomó por sorpresa, pero con el paso del tiempo me fui acostumbrando y normalizando sin que eso significara alguna cuestión que me concierne demasiado. Como me suele suceder con varias aristas hasta el día de hoy.

Como adolescente, siguió esa misma confluencia de timidez e introversión, era algo que a medida que pasaba el tiempo poco a poco iba forjando mi carácter. Muchas cosas me parecían ajenas a mí. Y los amigos con los que contaba se contaban con los dedos de mi mano. Y no lo digo como algo malo, sino que así se dieron las cosas. Contaba con pocos amigos, un poco por mi manera de ser, pero los amigos con los que contaba eran buenos y leales. Hasta el día de hoy los sigo conservando y tenemos una linda relación. Claramente está, que nuestras relaciones se renovaron, como todo; ya no somos niños y nuestras experiencias de vida nos han llevado a un camino u otro.

Cambiamos, para bien o para mal, eso no es relevante; siempre hay espacio para el auto-análisis. Gran capacidad la del humano. Y esta gran habilidad no se consigue sino con la conciencia. Ser consiente es, a mi modo de ver, el aspecto más relevante para el ser humano en cuanto a su crecimiento, y no crecimiento en edad y tamaño, sino crecimiento del propio ser. Si no somos conscientes de lo que tenemos en frente, si no somos conscientes como fue que llegamos a enfrentarnos a lo que enfrentamos, entonces, sería inútil un intento de auto análisis y de ser nosotros formadores parciales de la próxima renovación. Sería como querer avanzar por barro con un auto con neumáticos lisos; patinaríamos.

 

Renovación. Esa es la palabra que podría impregnar nuestra vida. La renovación se podría ver como el cambio de piel de una serpiente o como el baño de la mañana para comenzar el día. Así como el baño renueva nuestra disposición y así como la serpiente consigue una piel más adecuada a su tamaño, a medida que vamos creciendo, nos vamos renovando. Al renovarnos, dejamos cosas atrás y/o articulamos lo que ya poseemos para darle un giro al porvenir. Una nueva pancarta de herramientas se despliega antes nosotros. Nuestro contexto se torna hacia distintos horizontes. Gente se va. Gente nueva llega. Se renueva constantemente.

Pensemos por un segundo, estar en la situación en la que no somos felices con lo que estamos haciendo, estar atado a lo que se fue decantando, y sin darse cuenta estar en un lugar donde no se desea. Si uno no puede dar cuenta de la situación; ser consciente de la situación, los dados seguirán siendo lanzados de la misma manera.

Una manera de verlo es como la vida en una ciudad tan grande como CABA. Uno no se da cuenta de la cantidad de edificios que lo rodean hasta que sube algunos pisos. Y ni hablar de poder subirse a una terraza. La imagen cambia completamente, tenemos un campo de visión mucho más grande, y podemos ver los edificios que nos rodean. La vida a la altura de la calle nos absorbe. Cedemos ante ella, y si no nos paramos a ver desde la altura en algún momento, el río seguirá fluyendo, y nosotros seguiremos su corriente.

Un ejemplo claro de esta renovación de manera parcial, es la de mi relación con mis amigos. Ya todos adentrados en el ambiente académico, muchas veces se complica mantener la misma consistencia de vernos a diario. No implica que ya no seamos amigos, sino que las cosas cambiaron; nuestras preocupaciones, nuestro tiempo, nuestras distancias, nuestro lugar de residencia. Algunos de ellos por el momento de pandemia se encuentran en la ciudad que me vio crecer, pues, todos partimos de allí.

Dejamos de ser los niños que jugaban en el recreo con pelotas de medias y trapo; dejamos de ser los adolescentes que poco les exigía el colegio; dejamos lo que solíamos ser atrás, y no para nunca volver a serlo, sino para renovarnos. Para tomar aquello que nos era útil, transformándolo y adaptándolo a una nueva etapa. Una lavada de cara frente al nuevo panorama. Y es curioso, porque no solo es uno el que cambia, sino que cambia todo el contexto que lo rodea, sus experiencias, su vida cotidiana y su manera de procesar los inconvenientes que nos obstruyen el paso. Cambian también los proyectos, las aspiraciones, lo anhelado, lo que se espera, lo que no se espera.

Es evidente que lo anteriormente mencionado es un proceso que conlleva cierta reflexividad por parte del sujeto, y tener cierta base de la cual poder partir para su auto-análisis. Así, por ejemplo, en la infancia o adolescencia, no siempre se cumplen estos requerimientos. Es complicado. Cuando estamos creciendo, todo cambia constantemente, por fuera de nuestro control; es por esto que no pretendo que en estas etapas se lleve a cabo un proceso de este tipo, o por lo menos, no uno muy profundo. A lo que hago referencia es la parte de la vida, en la cual, uno ya puede decidir un poco más sobre sus cuestiones, cuando tiene sus propias preocupaciones y, cuando uno se encuentra más consigo mismo. Es a partir que uno se pone a indagar sobre sí mismo, empieza a conocer los pequeños rincones de su ser, cuando se conoce y se es consciente de quien es, o por lo menos puede darse una idea. También es complicado.

Miremos para atrás, miremos para adelante, y miremos donde estamos ahora. Miremos hacia adentro, miremos hacia afuera. Miremos. Contemplemos. Veamos. Escuchemos. Sintamos. Analicemos. Y demos lo mejor que podemos, para lo que sea. Siempre que esté a nuestro alcance, renovemos, para bien, con consciencia y con determinación. En la medida que podamos, crezcamos, propongamos, y apuntemos hacia dónde queremos ir.

No pretendo ni de asomo, que seamos amos y dueños del destino en su completitud. La incertidumbre es pan de cada día. Lo que pretendo es que tratemos de ser nuestra mejor versión, una versión que nos satisfaga, que nos enorgullezca, aunque cueste. Que seamos conscientes con lo que hacemos. En la medida que se pueda, que vayamos escalando las facetas de la conciencia. Siendo conscientes de lo que hacemos, seremos capaces de ver hacia dónde vamos.

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